La primera descripción de la enfermedad, tanto en la infancia como en
los adultos, aparece en la segunda mitad del siglo II a. de C. por un contemporáneo
del médico romano Galeno, conocido como Aretaeus de Capadocia.
Sus trabajos fueron editados y traducidos por Francis Adams e impresos
por la Sydenham Society en 1856. El texto original griego
correspondiente a “La afección celíaca”, nos hace creer que Aretaeus, muy
posiblemente, intuyó, en gran parte, la causa del problema celíaco.
El capítulo “Diatesis celíaca” describe, por primera vez en la literatura
europea, la diarrea grasa (esteatorrea) junto a otras manifestaciones de esta
enfermedad, incluyendo la pérdida de peso, palidez, diarrea crónica y recidivante
y la forma en la que afecta tanto a niños como a adultos. El capítulo
sobre “la cura del celíaco” se inicia con un pasaje, en el cual da a
estos pacientes el nombre de celíacos: “si el estómago no retiene los alimentos
y pasan a través de él sin ser digeridos, y nada es asimilado por el
organismo, denominamos a tales personas como celíacas”.
Cuando describían a este tipo de personas, aplicaban la palabra griega
“koliakos”, de la cual se deriva la palabra celíacos, que significa: “Aquellos
que sufren del intestino”. Es particularmente interesante conocer que la palabra
usada por alimento significaba estrictamente “Comida hecha de maíz”;
lo que parece contrastar con el texto original griego, en el cual la palabra
comida equivalía a “nutrición”. La última fase de este capítulo del manuscrito
dice “el pan es raramente adecuado para proporcionar energía (a los
niños celíacos)”. Estas observaciones nos dejan con una duda: ¿Hasta qué
punto Aretaeus sospechó de los dañinos efectos del pan sobre los niños celíacos?
No fue hasta 21 siglos después de Aretaeus, en 1888, cuando Samuel
Gee daba a conocer un informe clínico claro de la condición celíaca en niños
y adultos, utilizando idéntico título al de la traducción de Francis
Adams, “La afección celíaca”, siendo la segunda descripción clásica de esta
enfermedad.
Diferentes pasajes sacados de las explicaciones de Gee, han sido, en
ocasiones, considerados como proféticos, particularmente “regular la alimentación
es la parte más importante del tratamiento. La proporción de alimentos farináceos debe ser mínima... pero si el paciente pudiera curarse,
ello se debería a los efectos de la dieta”.
Durante la primera parte del siglo, los médicos más interesados en aumentar
los conocimientos sobre la condición celíaca lo estaban sobre los niños.
Esto puede ser debido a que los niños celíacos tenían o tienen una respuesta
más rápida y espectacular que los adultos a un tratamiento dietético.
Por consiguiente, los pediatras fueron, durante muchos años, los que
mayores éxitos obtuvieron en el tratamiento de esta enfermedad, dejando
los principales descubrimientos diagnósticos a los médicos que se ocupaban
de los adultos.
En 1908, apareció un libro sobre la enfermedad celíaca en la infancia, escrito
por Herter, un pediatra reconocido con tanta autoridad en esa materia,
que esta afección fue denominada como la enfermedad de Gee-Herter.
Su contribución más importante fue el afirmar que “las grasas son mejor
toleradas que los hidratos de carbono”.
En 1921, sir Frederick Still, famoso pediatra, en una lección magistral
en el Royal College of Physicians, llamó la atención sobre los efectos dañinos
del pan en la enfermedad celíaca. “Desgraciadamente una forma de
almidón que parece ser particularmente responsable en agravar los síntomas,
es el pan. Yo no conozco un sustitutivo adecuado”.
En 1921, este tema fue desarrollado posteriormente por Howland en
un discurso de miras muy avanzadas dirigido a la American Pediatric Society
titulado “Prolongada intolerancia a los hidratos de carbono”, describiendo
el tratamiento a los niños afectos de enfermedad celíaca. “Las experiencias
clínicas han mostrado que, de todos los elementos de las
sustancias nutritivas, los hidratos de carbono son los que deben ser rigurosamente
excluidos; una vez estos ampliamente reducidos, los otros elementos
son casi siempre bien aceptados aun teniendo en cuenta que la absorción
de las grasas no es tan satisfactoria como en las personas sanas”.
Su dieta, en tres fases, permite únicamente la ingesta de hidratos de carbono
en la última de ellas, y deben ser añadidos “muy gradualmente, con
la máxima y cuidadosa observación de la capacidad que se permite. Este
tratamiento es extremadamente largo, pero los pacientes se benefician del
esfuerzo realizado al ejecutarlo”.
En 1924, apareció la dieta de las bananas preconizada por Haas; se
trataba esencialmente de una dieta baja en hidratos de carbono con la excepción
de bananas muy maduras.
En 1938, Haas notó que la ingesta de una mínima cantidad de algunos
alimentos que contienen hidratos de carbono producía diarreas grasas, inclusive
en el caso en que el paciente no tomara prácticamente ninguna clase
de grasa en la dieta, pero la ingestión elevada de hidratos de carbono
en forma de bananas era bien tolerada, incluso aunque se ingiriera una mayor
cantidad de grasa.
Después de la guerra de 1939-1945, aparece un descubrimiento fundamental,
que ha producido el mayor avance en el tratamiento tanto de los
niños como de los adultos con enfermedad celíaca. Este descubrimiento fue
realizado y descrito con todo detalle por un pediatra holandés, el profesor
Dicke, en la tesis doctoral que presentó en la Universidad de Utrecht, en
1950. Dicke demostró cómo los niños celíacos mejoraban de manera extraordinaria
cuando se excluía de sus dietas el trigo, el centeno y las harinas
de avena. Así que estos alimentos eran sustituidos por almidón de trigo,
harina de maíz, almidón de maíz o harina de arroz, reaparecía el
apetito en los niños y su absorción de grasas mejoraba hasta el extremo de
que la diarrea grasa desaparecía.
Este trabajo fue confirmado ampliamente por la profesora Charlotte
Anderson y sus colegas en Birmingham, los cuales extrajeron el almidón y
otros componentes de la harina de trigo y encontraron que “la masa de
gluten resultante” era la parte dañina. Por consiguiente, desde 1950, la base
del tratamiento de los pacientes celíacos ha sido la dieta sin gluten.
La observación original por la cual, conjuntamente con el descubrimiento
del profesor Dicke, puso en nuestro conocimiento la causa del síndrome
celíaco, fue realizada por el Dr. J. W. Paulley, un médico de Ipswich,
quien lo comunicó a la Sociedad Británica de Gastroenterología en
Birmingham, el mismo año del descubrimiento del Dr. Dicke. El Dr. Paulley
describe una anormalidad de la mucosa del intestino delgado, descubierta
al efectuar una operación a un paciente celíaco. Esta anomalía consistía
en una inflamación cuya naturaleza exacta aún se está investigando.
La existencia de este cambio inflamatorio fue confirmado en varios pacientes
por el Dr. Paulley, así como por muchos otros médicos en el país
(EE.UU.) y en muchos otros lugares, siendo el dato sobre el que pudo basarse
el diagnóstico de la enfermedad celíaca. Su importancia era que demostraba
en estos pacientes la pérdida de las proyecciones microscópicas
o vellosidades, que son uno de los medios de cobertura interna del intestino
delgado. Es a partir de esta membrana mucosa de recubrimiento,
donde se produce la absorción de los alimentos hacia la corriente sanguínea.
La razón por la cual la superficie de esta área es tan importante, se discutirá
posteriormente pero, entre tanto, es esperanzador el saber que el
tratamiento con una dieta estricta sin gluten, logra, en general, una recuperación
de esta cubierta del intestino delgado del celíaco a su estado normal.
En general, cuanto más joven es el paciente más espectaculares tienden
a ser los resultados; pero el punto más importante es la realización de
una dieta muy estricta.
Fuente: Manuela Márquez Infante